Descripción del libro
Presenta dos partes, una de bosquejos generales y otra de bosquejos en serie: el ministerio de Elías, el rey David, el verdadero significado de…, la muerte, las bienaventuranzas, las experiencias en la vida de Sansón, las zorras pequeñas, los diez mandamientos y el nuevo mandamiento, milagros de sanidad, y tres viejos del Antiguo Testamento.
Dice el autor:
La serie Bosquejos para predicadores ha demostrado ser una herramienta homilética para muchos predicadores latinoamericanos. En las diferentes repúblicas de Latinoamérica donde me ha tocado ministrar, siempre me he encontrado con uno que otro predicador que me ha testificado de cómo los volúmenes de esta serie le han ayudado en su tarea de proclamar el evangelio de Jesucristo.
El presente libro se integra en una serie de cinco tomos con una presentación que es temática, es decir, que los bosquejos los he agrupado de tal manera que les sea fácil a los predicadores localizar un bosquejo apropiado para las diferentes ocasiones.
La homilética es algo que me fascina. La elaboración de un bosquejo intriga, reta y divierte. Esas horas, y a veces días, que invierto en la conquista homilética de un pasaje bíblico son de las mejores de mi vida.
Cada uno de estos bosquejos me he valido para predicar y dictar conferencias. No preparo bosquejos para publicar, los preparo para ministrar ante audiencias físicas y radiales; luego los clasifico...; el resultado final es que llegan a usted publicados. Ése es el secreto del éxito que han tenido mis libros de bosquejos. Son mis notas homiléticas que han pasado por la prueba del púlpito y de la audiencia.
Deseo compartir con usted algunos consejos de cómo sacar el mejor provecho de este libro de bosquejos:
Primero, al emplear en su predicación alguno de estos bosquejos, usted debe sentirse libre para añadirle o quitarle. No se adapte usted al bosquejo, sino adapte el bosquejo a usted. Ambos, usted y el bosquejo, deben llegar a compenetrarse en la tarea de la predicación.
Use del bosquejo lo que le interese, elimine lo que crea innecesario. Palabras que no comprenda o no domine su uso, substitúyalas por las suyas propias.
Segundo, ore a Dios para que le confirme si el bosquejo escogido le podrá ayudar a suplir alguna necesidad de su audiencia. Si Él se lo confirma, entonces satúrese del contenido bíblico y del contenido homilético, y ore hasta sentir la seguridad de que Dios lo respaldará y lo usará con el poder y la unción del Espíritu Santo.
Tercero, le recomiendo que practique en privado la predicación, antes de que la haga pública. Eso le permitirá fijar mejor en su mente las reflexiones y le ayudará a tener un mejor dominio del bosquejo.
Cuarto, predique enérgicamente. Esa media hora de predicación demanda que usted lo dé todo. La audiencia debe percibir que usted es el más interesado en la predicación. No predique por predicar; predique porque siente que es la voluntad de Dios para su vida; predique con entusiasmo que contagie a la audiencia.
Quinto, haga uso de ilustraciones personales. A las audiencias les fascinan las experiencias personales del predicador. Pero no exagere. A Dios no se le puede ayudar con testimonios exagerados. Sus experiencias deben levantar al Señor Jesucristo y no a usted.
Sexto, modifique las introducciones y las conclusiones de los bosquejos. Hay ocasiones que las podemos emplear tal y como están escritas, pero en otras ocasiones las tenemos que cambiar. Éstas son las llaves de entrada y salida que tiene un predicador ante la puerta de atención de una audiencia.
Séptimo, sea práctico y sensitivo a las necesidades de la audiencia. Manténgase en contacto emocional con ellos. Muchos predicadores predican exilados de las realidades de sus oyentes. No sacrifique las necesidades de una congregación por querer completar un bosquejo; sacrifique un bosquejo por suplir las necesidades de una congregación.
Octavo, haga un llamado al altar. En el mismo insista, apele y suplique. Espere resultados en el llamamiento. Buenos sermones se han echado a perder porque el predicador no ha sabido hacer un llamamiento.
Recuerdo a un inconverso que interrumpiendo al predicador le dijo: «Pare ya de hablar tanto, e invíteme a pasar al altar. Yo quiero ya ser salvo.»
Ese momento de invitación es tan importante como la predicación misma. Sea positivo y afirmativo. Ejerza la fe y verá ese llamamiento recompensado.
Muchos predicadores pierden tantas energías durante la predicación que, cuando llega el momento del llamamiento, están tan cansados que le dan poca atención. La batalla es- piritual por la salvación de las almas se pelea en esos minutos de llamamiento. Ore a Dios para que al momento del llamado tenga una unción especial para pescar las almas.
Espero que este libro le sea de gran bendición y provecho en su ministerio como predicador.
KITTIM SILVA